EL ESPEJO
Por: Ps. Manuel Cuevas
Texto: Jeremías 1:5 (NVI)
“Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras, ya te había apartado; te había nombrado profeta para las naciones.”
Cada vez que leo este pasaje, trato de imaginar el impacto que estas palabras tuvieron en el joven Jeremías. Escuchar a Dios decirle: “Antes de que existieras, ya te había elegido” debió remover cada rincón de su corazón. No solo estaba escuchando un llamado, sino también una revelación de su identidad y propósito.
Y, aunque esta declaración fue dirigida a Jeremías, también nos habla a nosotros. Nos recuerda que no somos fruto del azar ni de una coincidencia biológica. Desde antes de nuestro primer latido, ya había un diseño divino sobre nuestras vidas.
El espejo que incomoda
Mirarse al espejo puede ser un momento incómodo. El reflejo no miente: muestra arrugas, cicatrices, imperfecciones y detalles que preferiríamos no ver. Algunos intentan ocultar lo que no les agrada con maquillaje; otros recurren a cirugías costosas para borrar las huellas del tiempo o de la vida.
Sin embargo, el espejo no solo revela lo físico; también nos recuerda nuestra fragilidad y limitaciones. Espiritualmente, ocurre algo similar. Existe un espejo mucho más profundo que cualquier cristal: la Palabra de Dios. Como enseña Santiago 1:23-24, quien escucha la Palabra pero no la pone en práctica es como alguien que se mira al espejo y, después de mirarse, se va y se olvida de cómo es.
Este espejo espiritual no solo revela lo que aparentamos ser, sino lo que realmente somos: una humanidad caída, inclinada hacia el pecado. Egoísmo, envidia, orgullo, mentira… son imperfecciones internas que no se borran con maquillaje religioso.
La religión como maquillaje
Muchas veces usamos la religión como una máscara: aprendemos a decir las palabras correctas, a actuar como “personas espirituales” y a aparentar una piedad que en realidad no ha transformado el corazón. Pero la religión, sin un encuentro real con Cristo, solo cubre temporalmente las heridas, sin sanarlas de raíz.
La diferencia está en lo que hace la Palabra de Dios cuando la recibimos con humildad: expone la verdad, desnuda nuestras intenciones y nos lleva a reconocer nuestra necesidad de perdón, gracia y misericordia. No nos humilla para destruirnos, sino para reconstruirnos según el diseño original del Creador.
El espejo de la identidad
Cuando dejamos que la Palabra nos confronte, descubrimos algo glorioso: no somos definidos por nuestras fallas, sino por el propósito con el que fuimos creados. Jeremías oyó de parte de Dios que había sido apartado y designado para un plan específico antes incluso de nacer.
Esto significa que, por más que nuestro reflejo físico o espiritual nos muestre debilidad, el Creador ve en nosotros el potencial de lo que Él mismo depositó. No hay accidente en nuestra existencia; todo fue pensado por Él.
Pablo lo confirma en Efesios 2:10:
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”
Llamado personal
Querido lector, si hoy te sientes sin rumbo, perdido o sin propósito, escucha esto: tu vida tiene valor eterno. No eres un error ni un producto del azar. Dios te conoce por nombre, te formó con intención y quiere revelarte quién eres en Él.
Mirarte al espejo debería recordarte que no puedes vivir plenamente por tus propias fuerzas, pero también debe recordarte que hay un Salvador que te ofrece perdón, gracia y misericordia. Él es tu diseñador, tu creador, el que conoce cada detalle de tu vida y sabe lo que es mejor para ti.
La próxima vez que te mires al espejo, no te detengas solo en lo que tus ojos físicos ven. Busca en ese reflejo la huella de Aquel que te creó a Su imagen y semejanza. Pregúntate: “¿Qué ve Dios en mí? ¿Qué propósito ha puesto en mi vida que todavía no he abrazado?”.
Y recuerda: el espejo de la Palabra no es para condenarte, sino para mostrarte que, aunque la imagen actual tenga grietas, el artista que la diseñó está dispuesto a restaurarla por completo.
Abre tu corazón a Jesús. En Él encontrarás no solo perdón y restauración, sino también la verdadera identidad que tanto has buscado.
Quiero compartir contigo la letra de una canción que escribí con mi amigo Daniel Ripoll, espero sea de mucha bendición para tu vida.
EL ESPEJO
Letra y Música: Daniel Ripoll y Manuel Cuevas
Mirándome al espejo me pregunto yo que hago aquí, Cuál es la razón por la que sigo viva, Cuál es la razón por la que yo respiro, porque sigo aquí.
Se que de seguro hay más de mil motivos, No es parte del azar que yo pueda existir, Se que este desierto no es definitivo, Yo no soy de aquí, no es circunstancial hay un plan pa’ mí.
CORO
Me has dado un propósito hacia tu destino En todos mis caminos puedo verte a ti Eres la razón por la que sigo vivo porque estoy aquí. No se trata de mí, se trata de ti.
En todos mis caminos tu eres mi destino, Aunque me desvié siempre vuelvo a ti, Tu voz es la que sigo cuando estoy perdido solo pienso en ti, No es casualidad me atrae tu amor por mí.
CORO
Me has dado un propósito hacia tu destino, En todos mis caminos puedo verte a ti, Eres la razón por la que sigo vivo, porque estoy aquí.
Instagram: @intimidadministerio

Muy cierto, de nuestro padre no tenemos escapatoria y su palabra es el espejo que nos deja ver nuestras imperfecciones.
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